Después de 26 años abierto, ¿quién no ha pasado alguna noche en el Pub Van Gogh de Pedro Antonio? ¿Quién no ha oído hablar de este mítico garito donde el rock hacía las delicias del respetable? Lamentablemente, tras más de un cuarto de siglo llenando cada fin de semana, ‘Miguel On’ ha echado el cierre por última vez.
A mis 38 primaveras, no puedo decir que he sido el cliente más fijo de toda la ‘parroquia’, pero sí que puedo decir que llevo entrando allí desde hace mucho, tanto que mi edad no llegaba al mínimo legal.
Sí que, en los últimos años, a raíz de que mi relación se estrechara con el eterno dueño del Van Gogh, Miguel Lara, gracias a la gran amistad que le unía a mi antiguo jefe, mis visitas al pub eran más frecuentes, hasta el punto de llegar a convertirme en uno más de la parroquia.
Aunque, ahora que lo pienso, eso hubiera sido posible también sin tener este buen enchufe, ya que el Van Gogh es un lugar donde no hay clientes, hay familiares. Uno de los secretos de este histórico ha sido el trato a los ‘parroquianos’, quienes nos sentíamos como en casa.
Y es que Miguel es un tío muy cercano, un tío que siempre tiene una risa, un chiste, un chascarrillo y una buena oferta para sus queridos. Una filosofía de vida genial, cultivada año tras año en la noche, otorgada por la sabiduría del que lo ha visto todo, o casi todo.
Podría decir muchas más cosas de Miguel On, pero lo que sí voy a decir es que me gustaría haberlo conocido de manera íntima mucho antes y, por ende, conocerlo más de lo que lo conozco, porque donde va demuestra que tiene algo especial, algo que ha hecho que su negocio y su forma de vida haya estado en los más alto durante 26.
Porque hablar del Van Gogh es hablar de Miguel On, y viceversa. Un pub tan mítico que apenas ha cambiado su idiosincrasia, apenas ha modificado su estética y apenas ha dejado a su clientela por el camino. Aquel que era cliente hace 20 años, lo sigue siendo, y el que entró antes de ayer, se sumó a esta probada nómina de parroquianos que siempre repiten.
Este ambiente se respiraba y se intensificaba con momentos magistrales de buena música, en los que la gente se entregaba y cantaba auténticos himnos del Van Gogh, como ’20 de abril’, ‘Cuando fuimos los mejores’ o ‘Como un burro amarrado a la puerta de un baile’.
Pero pocas cosas invitan más a la hermandad que un futbolín. Cuántos bolazos se habrán dado en el Van Gogh, cuántos torneos, cuántas risas, cuántos buenos ratos…
Ahora, con la pena de que haya echado el cierre por última vez, y con la lastima de que mucha gente no haya podido disfrutar de este gran garito, sólo me queda agradecer a Don Miguel Lara por su buen trato hacia mí, por su cercanía y por tener un local tan cojonudo.
Miguel On, gracias por todo, te deseo lo mejor en esta nueva etapa de tu vida. Sirva este textillo y este vídeo del Callejón como modesto homenaje a lo que ha sido una manera de vivir, el Pub Van Gogh, al que el tiempo recordará como lo que es, un histórico de la noche granadina. ¡Larga vida al Rock and Roll! ¡Larga Vida a Miguel Lara!